Si la película la dirigiera Tarantino, empezaría una lucha encarnizada con todos los instrumentos de tortura nipona imaginables. Si la película la dirigiera David Lynch, se apagarían las luces, ella cantaría versos extraños y algún ente sobrenatural aparecería en un cruce de dimensiones. Pero esta película la dirige Wes Anderson, así que ella pregunta: "¿¡De qué es la tarta!?".
Miuccia Prada es genial en muchas cosas, pero una de las cosas que domina con mayor maestría es la baza de la extrañeza. En sus desfiles, uno nunca puede decir muy bien –y mucho menos asegurar– de dónde vienen o hacia dónde van sus chicas, o qué les inspira, o a quién quieren inspirar. El espectador percibe un montón de impactos visuales con multitud de referencias estéticas y artísticas y el resultado es... extraño.
Los tres capítulos que lleva entregados para la serie de mini episodios en la que se presenta L'Eau de Prada Candy son un compendio genial de las cosas por las que se ama a Wes Anderson. Léa Seydoux se embarca en un menage à trois naive y decididamente divertido narrado en francés y con momentos tan delirantes como los que uno puede encontrar en The Royal Tenenbaums, Viaje a Darjeeling o Moonrise Kingdom. Ah, la tarta es de doble vainilla, chocolate y crema de almendras. En las películas de Wes Anderson éstas son cosas que importan. Y es la tarta favorita de Léa 'Candy' Seydoux, claro.
Fuente: Marta Hurtado de Mendoza vogue.es